Con financiamiento Fondecyt Regular 2017, el equipo liderado por el doctor Luis Michea, académico del Programa de Fisiología del Instituto de Ciencias Biomédicas y del Laboratorio de Fisiología Integrativa del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia, profundizará en un sorpresivo hallazgo que, añade, ha pasado inadvertido durante más de seis décadas y que exculpa al sodio de su rol perjudicial en esta patología.
Para desazón de los hipertensos, la primera recomendación médica que reciben es disminuir la sal de los alimentos; la sal de mesa es, en terminología científica, cloruro de sodio. Y si bien pueden dejar de usar el salero en la cocina y en el comedor, hay muchos productos industrializados que sí la tienen en sus recetas, por lo que si quieren seguir este consejo con rigurosidad, deben revisar el etiquetado de cada uno de ellos, lo que por suerte se facilita gracias a los actuales discos negros de advertencia. Pero, ¿y si no fuera el sodio el culpable de sus alzas de presión?
Las líneas de investigación que ha desarrollado el doctor Michea profundizan en los mecanismos causales del daño cardiovascular y renal, estudiando específicamente hipertensión arterial y enfermedad renal. Para esos experimentos, utiliza un modelo animal al cual intervienen subiendo la angiotensina II –hormona peptídica derivada del angiotensinógeno, que causa vasoconstricción y que, cuando está aumentada, produce alza en la presión arterial-; o sea, un ratón hipertenso. Pero se dieron cuenta de que el exceso de angiotensina II no tenía efecto si es que el animal consumía una dieta rica en sodio (Na) pero baja en cloruro de sodio (NaCl). Es decir, no subía la presión.
Sorprendidos, el equipo de investigadores –compuesto además por los doctores Andrés Stutzin, del Programa de Fisiopatología y Rodrigo Alzamora, de Fisiología- revisaron la literatura científica internacional referida al tema, por lo que se dieron cuenta de que este era un tema ya descubierto desde hace décadas pero que por motivos desconocidos nunca tuvo la resonancia esperable. “En la década de los ’50 se hizo esta misma observación, también en modelo animal, y con resultados idénticos. Una de las últimas publicaciones fue en los ’80, cuando se hicieron estudios en pacientes con hipertensión arterial esencial –respecto de la que no se conoce la causa- a los cuales se los puso en una dieta alta en cloruro de sodio, con el resultado de que les subía la presión; después, les cambiaban la alimentación a una muy baja en cloruro de sodio, pero rica en sodio y en ese esquema a los individuos no les subía la presión. Pero esa observación, que se publicó en buenas revistas, quedó ahí y nunca más se supo”, aclara el doctor Michea.
El académico explica que el cloruro es uno de los mecanismos que usan las células del riñón para ajustar el volumen de sangre. “Y dado que el fenómeno en humanos ya está descrito en esos papers previos, lo importante ahora es entender el mecanismo que lo explica, porque a diferencia de esos pacientes hipertensos esenciales, nosotros estamos experimentando con una hormona prohipertensiva, cuya acción se inhibe al bajar el cloruro de la dieta. Según lo que determinemos en esta fase, que es cómo el cloruro de sodio afecta el funcionamiento del sistema renina angiotensina aldosterona (RAS) –encargado de regular la presión sanguínea, el volumen extracelular corporal y el balance de sodio y potasio-, podremos ver si ocurre lo mismo en humanos, y así tener una explicación de este fenómeno”.
Posibles cambios en la terapia
“Esto es súper interesante”, añade, “porque querría decir que para que la sal de la dieta sea un factor pro hipertensivo el sodio requiere de estar acompañado del cloruro. Y, además, porque todas las medidas de salud pública para el tratamiento de la hipertensión apuntan a bajar la sal, pero el actual rotulado de los alimentos mide no el contenido de sal sino que el de sodio, porque siempre se ha asumido que es el sodio el perjudicial. ¿Y si determinamos que no lo es?”
– De corroborarse esta hipótesis en humanos podría significar un enorme cambio para el tratamiento de los hipertensos…
– ¡Claro! Quizás ni siquiera necesitarían terapia con medicamentos y bastaría con modificarles la dieta, eliminando el cloruro de sodio pero sí utilizando alguna alternativa sin cloruro, como podría ser el glutamato de sodio. Esto es relevante, porque muchas otras sales que se ocupan en la industria de los alimentos no son cloruro de sodio sino que otras, como fosfato de sodio, que se usa para preservar, y a lo mejor ese sodio no es nocivo porque no tiene cloruro. Por ejemplo, los marinados se hacen en base a fosfato de sodio. Nosotros, fuera de que estamos interesados en entender si es el cloruro, el sodio o la combinación de ambos lo perjudicial, también queremos saber si las otras sales de sodio tienen ese efecto nocivo o no, y por qué pasa eso, dónde está lo que sea que hace el cloruro produzca aumento de la presión.